El

espanglish en Internet y en la informática

Xosé Castro

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Extracto de una conferencia que dí en el Congreso sobre Internet organizado por Novell (Madrid, del 12 al 14 de junio).

Muchos se cuestionaron el porqué de una conferencia sobre el espanglish en un congreso sobre Internet y programas para redes. Mi respuesta no fue muy meditada: es posible que en un congreso sobre cuestiones técnicas de Internet, algunos usen Java, programas de navegación por el ciberespacio, programas para trabajo en grupo, redes, etc., y otros no, pero lo que es obvio es que todos usan el idioma. Y puesto que es algo que todos tienen en común, no estaba de más dedicarle una pequeña charla. Paradójicamente, Novell, la empresa organizadora, es una de las que más recurre al espanglish en las traducciones españolas de sus manuales. No e menos cierto que poner de acuerdo a todo el mercado hispanohablante sobre la terminología propia de redes es una tarea titánica y este fabricante (como muchos otros) ha encontrado la solución de recurrir, con mucha frecuencia, a calcos o, directamente, a términos ingleses .

Cuando se habla de espanglish, la gente suele pensar inmediatamente en la población hispana de Estados Unidos, sin darse cuenta, quizá, de que este fenómeno está mucho más próximo a nosotros (y aquí me refiero a los que no vivimos en EE.UU.).

En la charla, dividí el espanglish, de manera poco rigurosa, en tres grupos:

El espanglish formal. Es el que emplean las personas que ya no tienen una clara percepción de qué es inglés, espanglish o español. Es el espanglish de buche (bush; arbusto, mata), vaquear (vacuum cleaning; aspirar), carpeta (carpet; alfombra), yarda (yard; jardín), groserías (groceries; comestibles, abarrotes, provisiones). Tiene mayor gravedad cuando afecta a las estructuras sintácticas y lógicas de nuestro idioma: te llamo para atrás (I’ll call you back) o vuelvo para atrás (I’ll be right back), etc. Este espanglish es, principalmente, el que usa cierta población hispanohablante de los EE.UU.

El espanglish informal. El que usamos todos alguna vez cuando hablamos de computadoras, explicamos algo técnico, o simplemente queremos hacernos entender más rápidamente con nuestro interlocutor, que entiende inglés: disco removible (extraíble), el programa no corre bien (to run), tomé un shuttle desde el hotel, etc.

El Ciberespanglish. Invento creado por la ínclita Yolanda Rivas. Había que nombrarlo ya que si hablamos de espanglish e Internet, Yolanda Rivas y su glosario merecen un puesto especial. En mi opinión, Rivas —que está bastante desvinculada de su cultura originaria— ha hecho del contexto de los hispanos angloparlantes en el que se mueve un universo en el que ha basado un estudio de dudosa seriedad sobre terminología técnica e informática en el mundo hispanohablante. En su glosario, en el que abundan las faltas de ortografía y las incoherencias entre escritura y pronunciación, Rivas cita, en primer lugar, el término en inglés; en segundo, el término que —según ella— más usamos los hispanohablantes y, en tercero, la traducción al español del término (menos usada o nada usada, según ella). Hay dos ejemplos que me encantan:

exit hacer un exit, salir

 

print printear, imprimir

El primero me cuesta creerlo y el segundo, unido a absurdos ejemplos como deletear (borrar), dragear (arrastrar), nos indica que los conocimientos de español de Rivas son más bien escasos. Los verbos arrastrar, imprimir y borrar, entre muchos otros, se usan y traducen desde antes de que se escribiera El Quijote, así que flaco favor le hace a la lengua con un estudio en que nos intenta convencer de que ahora la gente ya no los traduce sólo porque están relacionados con una computadora.

En fin, a muchos nos ha dolido el "estudio" de Rivas, no sólo por su arbitrariedad, sino por la publicidad —comprensible, por otro lado— que este tipo de sucesos suele atraer dado el carácter jocoso y sectario de su uso, y la identificación que algunos hacen de esta forma de hablar con una nueva "actitud ante las nuevas técnicas, la Internet y otros avances" (como en el caso del director de la revista española WEB), en una búsqueda constante por la innovación y romper con ciertas posturas mal llamadas "tradicionales" de preservación del idioma.
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¿Por qué nace el espanglish?

El espanglish tiene una lógica forma de ser y un origen explicable y comprensible. Su función es claramente comunicadora, pero sólo puede darse cuando existe una carencia de vocabulario en alguna de las dos partes que forman un diálogo. Cuando existe alguna duda o algo que obstaculice la comprensión, se echa mano de la versión inglesa, idioma que ambos interlocutores comprenden, y la comunicación, por fin, se completa.

Leticia destacaba con acierto la marginalidad del espanglish, pues excluye al hispano que no entiende inglés, y al angloparlante que no entiende español. Se restringe, por tanto, a una reducidad comunidad de hablantes. Debemos tener en cuenta que el espanglish de Nueva York poco tiene que ver con el de Los Ángeles. Así que, en realidad, no estamos hablando de una lengua sino de un conjunto de dialectos tan variados como sus comunidades de hablantes.

¿Por qué nace el Ciberespanglish?

Como decía antes, quizá estemos dándole demasiada importancia a un estudio que nace con defectos de forma. Lo cierto es que sí es interesante saber que un grupo de unas 300 personas, según Rivas, emplean términos ingleses españolizados para definir ciertas acciones relacionadas con la computación o informática. Pero de "ser interesante" a ser una "teoría del idioma" va un buen trecho. Igual de interesante es navegar por Internet —como hice yo para recabar información para esta charla— y descubrir que había muchísimos sitios de Internet relacionados con lo ciberlatino, lo ciberhispano, etc. redactados íntegramente en inglés.

Como en otros tantos fenómenos lingüísticos, es muy difícil estudiarlos fuera de su contexto. El inglés, el americano, está penetrando en nuestros hogares por muchos frentes. Nunca se había traducido tanto como ahora. Sólo tenemos que visualizar nuestro hogar hace 15 o 20 años y compararlo con nuestra situación actual: lavadoras y secadoras con todo tipo de programas, videocasetes, radiocasetes, equipos de música, computadoras, mandos a distancia, antenas parabólicas. Ya no estamos hablando de la ciencia con mayúsculas, sino de la ‘pequeña ciencia’, esa que se nos cuela en nuestros hogares y a la que nos vamos adaptando. El inglés llega a nuestros hogares de la mano de esa ‘ciencia doméstica’.

Sin querer, entramos a buen paso en un nuevo proceso masivo de adopción de neologismos. Vivimos una época, gracias a las comunicaciones, en la que la información original llega muy rápido a nuestros hogares y tenemos poco tiempo para traducirla y dar tiempo a que el usuario hispanohablante se acostumbre antes al término español que al inglés. Pero gracias a las comunicaciones, también logramos algo que era impensable hace mucho tiempo: estar en contacto, en un intervalo de pocas horas, con colegas de otras partes del mundo hispanohablante, conocer sus opiniones y las tendencias de la lengua en sus países y ayudar, en conjunto, a comprendernos mejor.

El proceso de adopción de neologismos y términos técnicos es siempre igual, como bien me explicó Cristina Márquez, una colega argentina que trabajó en el Centro de traducción de IBM en Barcelona: la tecnología se envía desde la casa madre a las manos de un reducido número de técnicos españoles, en este caso. Todo llega en inglés, y estos son los primeros que traducen la tecnología y crean un primer argot con el que entenderán entre sí y transmitirán sus conocimientos a sus clientes más directos. La ruptura y la fricción entre ese primer argot, generalmente muy americanizado, y el castellano, llega cuando el producto adquiere una distribución masiva (el gran público) y aparece la figura del traductor, que debe intermediar entre las intenciones algo anglófilas de los técnicos y el natural interés por preservar la lengua. Es el origen del sempiterno conflicto entre técnicos y lingüistas.

De todos modos, nuestro miedo a desviarnos del inglés no es otra cosa que el miedo a innovar. Tememos, como le ocurría al director de la revista española WEB, traducir link por vínculo o enlace, porque nos parece demasiado llano, demasiado poco técnico. Y con ello, parece que tenemos miedo a ser demasiado sencillos y simplificar demasiado nuestra jerga técnica, cuando debería ser lo contrario: fíjense que bien lo hicieron los estadounidenses cuando comenzaron a crear cosas tan simples y comprensibles como folders, mouses, etc.

Como anécdota, estoy recordando ahora tres ejemplos de miedo a innovar que siempre me han gustado: mi padre se compró una computadora hace tiempo y me telefoneó cuando se la llevaron a casa. "Viene con ratón, con filtro para la pantalla, con reposamuñecas y aún me tienen que traer nosequé para el teléfono", me dijo ilusionado. Mi padre estaba convencido de que le iban a regalar algo para el teléfono porque en el folleto de la tienda decía: "El precio del ordenador incluye soporte telefónico gratuito durante seis meses".

También mi cuñada creyó que le iban a mostrar en un monitor de televisión una infección que le habían detectado, porque el médico le dijo "que había que monitorizarla durante un tiempo". Y por último, recuerdo una frase de un manual de usuario de cierto programa para equipos Macintosh: "Este programa no soporta el Powerbook".

En resumen, y dejo muchas cosas en el tintero, ahora es el momento de abrir un poco más nuestras miras y ser más conscientes —sobre todo los de este lado del ‘charco’— de que somos una gigantesca comunidad hispanohablante dividida en muchos países con diferentes contextos y actitudes ante la creciente presencia del inglés. Debemos ser conscientes de que nuestra responsabilidad con el idioma es muy grande y que los traductores y los lingüistas tan sólo somos una minoría; la mayoría restante no sabe qué es Internet ni una computadora ni un neologismo ni el espanglish, ni falta que les hace. Pero esa es la clave: nuestras decisiones acaban repercutiendo en la forma de hablar de mucha gente, de esa mayoría, y eso debemos tenerlo presente. También necesitamos tener unas academias de la lengua más cercanas al mundo de la traducción, que es donde se generan una gran cantidad de los conflictos lingüísticos, unas academias más fuertes y con mayor apoyo prespuestario de los gobiernos, pero eso ya podría ser el tema de otra conferencia.

 

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